
Es cierto conmueve la tristeza en los ojos de los indocumentados, aquellos que cruzan las vallas en busca de la aventura en el ya muy gastado American dream, la vida en Mexico, ya de por si castigada por las diferencias sociales y la falta de trabajo ha sufrido mucho mas con la crisis financiera y el golpe de gracia parace ser esta gripe porcina. estos hombres aquienes la suerte les fallo regresan a una ciudad conocida por su narcotráfico que atrae a gente ansiosa por probar suerte de todo el país y de algunos otros de latinoamerica.
Aguardan entre vallas para reingresar forzosamente a México, mientras una funcionaria les recuerda con su mascarilla que lo de la gripe porcina es cosa seria, como si alguno de ellos tuviera un pinche peso o algo para gastárselo en protecciones antivirales.
Su vacuna es la indiferencia.
Al otro lado de ese enrejado, el enésimo que compone este laberinto limítrofe, pululan las miradas de los que llevan tatuado el desdén por todo lo que está pasando, alarmados por el incesante goteo de noticias y por el posible contagio que les espera en su México natal.
Al otro lado de ese enrejado, el enésimo que compone este laberinto limítrofe, pululan las miradas de los que llevan tatuado el desdén por todo lo que está pasando, alarmados por el incesante goteo de noticias y por el posible contagio que les espera en su México natal.
Llevan mascarillas de diferentes estilos, algunas casi infantiles que sirven más para mostrar solidaridad con la causa que para proteger la vida de nadie. Ana, una trabajadora de Tijuana, reconoce que la suya no sirve para mucho, pero siempre es mejor llevarla.
Pese al miedo, el tráfico de gente que cruza a pie una de las fronteras más transitadas del mundo sigue incesante, la mayoría sin máscara, pese a la inmensa propaganda del gobierno federal mexicano y otros pocos que sí.
Pese al miedo, el tráfico de gente que cruza a pie una de las fronteras más transitadas del mundo sigue incesante, la mayoría sin máscara, pese a la inmensa propaganda del gobierno federal mexicano y otros pocos que sí.
Se ven parejas de gringos con pintas dudosas dispuestos a comprar unas cuantas baratijas y llenarse de comida barata hasta la bandera. Y también transita la señora con el pañuelo puesto en la boca, muy fina y seria, con un bolso de Gucci de obvia imitación.
Es una frontera extraña, surrealista, desigual como sacada de una novela de Rulfo y filmada por el propio Fellini.
Es una frontera extraña, surrealista, desigual como sacada de una novela de Rulfo y filmada por el propio Fellini.
Entrar a México es tan simple como atravesar unas puertas giratorias, como las de un parque de atracciones. La vuelta es justo lo contrario, nervios, colas y entrevistas de inmigración con la pregunta de si me dejarán volver a entrar.
Y es que muchos querrían huir, salir de Tijuana, dejar la miseria que rodea su paisaje, escapar de la mala racha.
Y es que muchos querrían huir, salir de Tijuana, dejar la miseria que rodea su paisaje, escapar de la mala racha.
La mayoría prefiere entrar al mundo de los ricos, asomarse a los primeros metros al otro lado donde la diferencia es grotesca, con sus centros comerciales desafiando las chabolas apostadas contra la valla metálica. La gripe porcina es otra excusa para salir corriendo. Ayyy Tijuana ya nadie te quiere.
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